Escultora y dibujante argentina, nacida en Junín, provincia de Buenos Aires, radicada en Mar del Plata desde muy corta edad. Profesora de Artes Visuales y Técnico Ceramista, realizó numerosos cursos de perfeccionamiento artístico y docente en el país y en el exterior, España, Italia, Grecia, Alemania, Bélgica, Brasil y Uruguay en 1980, 1982, 1997, 1998 y 2001........(lee mas sobre esta artisSe perfeccionó en el taller del maestro Hidelberg Ferrino desde 1975 hasta 1997, trabajando en común obras monumentales y menores. Realizó numerosos cursos y seminarios de arte y ciencias de la educación en distintos puntos del país . Participó en encuentros provinciales y nacionales de Muralistas, recibiendo distinciones. Participó en numerosas exposiciones de cerámica , dibujo y escultura en la ciudad e interior , inclusive en los "Panoramas de Arte Marplatense" organizado por el Museo de Arte "Juan Carlos Castagnino" de Mar del Plata, Casa de Moneda, Buenos Aires, Salón de Tucumán, etc. Creó el Taller de Arte "Ferrino" y el Taller de Arte Infantil “Caracol”, los cuales dirige actualmente y desde sus comienzos. Creadora del " Plan Educativo de Escultura 2000 para Ciegos y Am-bliopes" actualmente en funciones. Organizó numerosas exposiciones de escultura y dibujo individuales y colectivas. Realiza intensas actividades culturales, docentes y artísticas. Posee obras en sitios públicos y en colecciones privadas.

lunes, 13 de septiembre de 2010

Maria Esther,mi madre.

María Esther, mi madre, no hubiera podido nacer de otra manera. De Paraná, Entre Ríos, ya era una garantía de que otra cosa que maestra no podría ser. Y por vocación, profundamente arraigada desde la niñez más pequeña, afirmaba que si tuviera que enseñar gratis, lo haría sin pensarlo.

Era tal su amor por aprender que ya leía los prospectos de los medicamentos a los 5 años de edad. Y era tal su amor por la escuela que cuando en el Pueblo Brugo en donde transcurrió la infancia y la adolescencia, al no haber sexto grado en la escuela hizo ese año tres veces y completos, de puro placer.

Cuando el abuelo logró enviarla a Buenos Aires, a casa del tío Pancho para cursar el sexto grado, mi madre vio abierta las puertas de su vida: ahora podría estudiar el magisterio.

Y como una orgullosa Maestra Normal Nacional (sí, con mayúsculas) egresada del Colegio del Huerto de Paraná, vivió hasta el último segundo en que ejerció como maestra de grados difíciles, porque ella los pedía siempre. Cuando cayó enferma aún joven, postrada por 22 años en la cama sin poder valerse por sí misma, esos recuerdos alimentaron su cautiverio físico enriqueciendo las inolvidables charlas que manteníamos juntas.

Y, fiel a su propósito al nacer, siguió siendo la maestra de la vida de los tres hijos, yo en el medio, recordándola a cada día como la leona luchadora de blanco guardapolvo, a quien los más díscolos y reacios alumnos terminaban por amar.

Era toda pasión, contagiándome una pizca de ese fuego, hasta que la llama se le durmió lentamente para siempre, con la sonrisa de los goloriosos recuerdos de tizas, lápices y papel crêpe de colores en sus enormes ojos oscuros.

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