Mayo de 2008
A la mañana siguiente de llegar a Belén, luego de un opíparo desayuno tipo continental, enfilamos al cerro El Tiro. Desde el hotel ya se veía el sendero que debíamos subir, glup! El cerro mide 500 metros (1.500 sobre el nivel del mar), pero la senda se extiende 1.500 metros también, en zig zag, para hacerla menos empinada. Tiene unas quince estaciones del calvario, unas casillitas triangulares con cerámicos pintados alusivos dentro
Desde el comienzo se aclaró bien el propósito: íbamos a subir des-pa-cio. No había apuro, teníamos toda la mañana, además de no estar habituados, los del grupo, para esta escalada.
Guapos! Sólo tres quedaron detenidos, sentados, casi al medio de la subida, por temor a que sus organismos no respondiesen. El resto siguió, unos más ligeros, otros más pausados, todos tomando fotos de una panorámica que se iba engrandeciendo
La senda de la subida estaba bastante deteriorada, había que poner bien los pies para no derrapar. No hubo accidentes, como tampoco hubo imprudencias, y nadie le temió al precipicio, el grupo se mostró ordenado y disciplinado, ayudándose unos a otros. Un grupo de oro.
Subíamos la ladera del cerro como quien se deja llevar hacia arriba, porque sólo veíamos el fabuloso paisaje, desde la Quebrada de Belén hasta el Salar de Pipanaco, medio sumergido en la niebla del horizonte. Hasta que en último recodo del camino, la aparición sorpresiva de la Señora de Belén nos recordó para qué subíamos, dejándonos atónitos.
Llegamos! Los más adelantados aplaudían a los que iban tocando la cumbre.
Bella, bella e imponente! Nos corrió un escalofrío por la espalda al ver la majestuosidad de la obra, una gigantesca mole de cemento primorosamente trabajada, tan aérea y dinámica como se pudiese, desafiando con su femeneidad de líneas al Zonda, al sismo, al ciclón, al sol implacable del verano, al tiempo mismo.
Todo el pueblo sabe, y quedó en la historia de Belén, que el Niño de cuatro metros y medio de largo es el retrato fiel de la hija del escultor, Natalia, que en ese entonces tenía diez meses de edad.
La Señora de Belén mira al barrio más pobre de la ciudad, el Huaco, y hacia allí ofrece su pan. El Niño abre los brazos formando un ángulo de 90º, abarcando al pueblo entero. Su cuerpo está inclinado a 45º en relación a la Madre, y todo conforma una arquitectura simbólica de avanzada.Ligera, la Señora de Belén se apoya en un solo pie en actitud de avance y todo, su ruedo, su cabello y su capa, están totalmente aéreos, un desafío de la ingeniería escultórica.
Los que aún tenían fuerzas para subir un poco más se sentaron al pie para registrar este momento de emociones para siempre
La frase del amigo (hermano del alma) que impulsó el deseo del escultor de hacer algo grandioso para Catamarca
La firma del autor, en el bronce, se mantiene inalterable.
Un buen mate viene muy bien para recuperar fuerzas!
No hay comentarios:
Publicar un comentario