Yendo para Londres, a 15 kilómetros de Belén, hicimos 7 kilómetros más para ir a visitar el yacimiento arqueológico del Shincal. Unas ruinas que durante seiscientos años han estado protegidas por la maleza y que luego, ya descubiertas, desde hace pocos años, fue minuciosamente estudiado y restaurado. Se trata de la última capital sur del imperio inca, asentado alrededor del año 1400. Al llegar a la zona nos sorprendió un muy bien presentado Museo Arqueológico, con piezas y diseños en exposición.
Debidamente exhibidas, las vasijas se mostraban en vitrinas, clasificadas por culturas.
Una maqueta del yacimiento arqueológico fortificado (pucará) nos anticipaba una panorámica de lo que íbamos a ver.
Hacia allá fuimos todos, subiendo siempre, llamándonos la atención la gran cantidad de mariposas, flores y... escorpiones (alacranes). No es broma, les hemos sacado fotos!. No son de los venenosos, salen corriendo asustados cuando ven gente.
La guía, Rosita, demostró un total conocimiento del tema respondiendo a todas nuestras preguntas y mucho más. Orgullosa de ser una londina, nos presentó a los ojos una sociedad incaica como si aún existiera, con
El altar, un mirador al que se accede por una escalera auténticamente inca, hasta su última piedra, es lo único que no se reconstruyó por conservarse intacta. Observen la disposición de las piedras: una parada, una acostada, tan bien encastradas que ni el tiempo ni el uso de la gente la movió de su lugar.
Unos cuantos escalones... Vamos, vamos!
La pared que rodea la cumbre mantuvo el mirador inalterable. Desde allí el paisaje es bellísimo, dominándose el valle, y formado, con el mirador de enfrente una perfecta orientación este-oeste, mientras que una piedra negra marcaba el norte y otra edificación nos marcaba el sur. En el medio, exactamente, en una edificación para los jefes de la tribu, el ushno, formaba un escenario en donde se presidían las ceremonias cívicas, religiosas y los desfiles militares.
Arriba, en la roca del promontorio, varios morteros fijos servían de calendarios, el inca dejaba que la lluvia los llenara y a través de sus espejos de agua veían cuándo las estrellas les indicaba que ya era época de sembrar. Un total conocimiento astrológico para sus fines.
Desde allí se veía el kallanka, un edificio administrativo y galpón, en donde se guardaban las armas y las ofrendas para los dioses, consistente en alimentos. Fíjense en las paredes dobles con finalidad térmica. Nótense los fragmentos del muro perimetral de la aukaipata, lugar habitado.
La puerta oeste del kallanka. No era alta, los incas eran más bien de estatura media a baja, de contextura robusta, propio del ser que debe vivir en la altura y resistiendo la puna.
Comenzamos a subir la plataforma oriental, otro mirador -altar como el anterior, aunque mucho más alto, con la escalera más ancha y menos conservada, aunque estaba completa. La vista, desde allí, domina aún más el lugar, es maravillosa.
Cuando bajamos, ya cansados, los asientos ingeniosos del parque del museo nos vinieron muy bien!
Nos fuimos de allí luego de cuatro horas de sentirnos parte de la historia, como si la hubiéramos vivido, y con un respeto aún más acrecentado hacia el aborigen de nuestras tierras. Elizabeth
1 comentario:
ELIZABETH EICHHORN: EXCELENTE ARTISTA; EXCELENTE PÈRSONA !!!!!
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