Puedo decir que a pesar de ir por cuarta vez a Firenze, iría cien veces más. Sí, a mucha honra, soy fanática, pero esta ciudad llena mis pulmones y mi espíritu de emociones que necesito tanto como el aire.
Con Natalia llegamos de noche, y lo primero fue buscar un hotel, y a cien metros de la estación Santa María Novella nos hospedamos, arrojando casi la maleta sobre la cama para salir de inmediato bajo un cielo de otoño espectacular.
Para un argentino, pasear de noche sin miedo es un lujo. Y Florencia es una ciudad sin miedos. Que nos llegue a los oidos música de alguna plaza y que nos acerquemos a ver, y deleitarnos con gente en rueda escuchando a tres hombres, organistas y guitarrista, tocando por monedas en un sombrero, algunos del público improvisado bailando un vals, otros simplemente mirándose a los ojos, abrazados (qué maravilla cuando son personas de edad madura!), fue decir que estábamos en el paraíso. Natalia se subió a un promontorio de los caños de la luz, para filmar esos instantes de magia.
Al día siguiente, el paseo obligado fue la Catedral de Santa María del Fiore. Y, por supuesto, el Museo de la Opera, formado por los originales de las obras de arte de la Catedral, a buen resguardo bajo techo. Natalia buscaba algo muy caro para sus sentimientos: la Maddalena de Donatello, de madera, apolillada en sus tobillos, desgarrante y enternecedora. Durante toda su vida Natalia vio una gran foto en nuestra casa en donde ella estaba junto a esta Maddalena, a los seis meses de edad, en brazos de su padre. Y quería volver y estar allí, como queriendo atrapar ese instante de hace 25 años atrás. Supongo que, por la emoción que mostraba, sentiría que su padre la sostenía en brazos desde donde está.
Yo busqué algo que me llamaba desde siempre: la Pietá de Santa María del Fiore. Sabía que el que debería representar a Nicodemo era el autorretrato de Miguel angel, su autor. Y me enfoqué en esos rasgos que me estremecen el corazón
De la misma manera, Andrea Della Robbia con los niños de su cantoría de mármol logró, para mis ojos, la máxima pureza que se le puede sacar a los rasgos infantiles: este maestro es el otro puntal de mi inspiración. La fuerza de Buonarroti por un lado, la pureza de Della Robbia por el otro. Ah, quien pudiera lograrlas!
Y así el paseo, entre dos días inolvidables, la Logia de Orcagna, la Piazza de la Signoria, en un momento le dije a mi hija que me acompañara a "un sitio en el que quería ver algo". Sabía muy bien lo que hacía, pero me regodeaba para mis adentros con la sopresa que le iba a dar. Entramos por una puerta tan insulsa que ella no sospechó. Y luego de pagar el boleto la arrastré a otra puerta tan insignificante como la primera. No se imaginan la cara de mi hija cuando se enfrentó a la gran galería en donde el inimitable David reinaba el lugar, bajo su propia cúpula luminosa. Mi hija atinó a lanzar un improperio y, viniendo de ella, es todo un elogio. Nos quedamos sin aliento, yo una vez más, ella por vez primera, ante el coloso increíble, de cuatro metros de altura de los pies a la cabeza, en un solo bloque de mármol, más los dos metros de su base. "Tenés razón, mamá! El pecho se mueve!". Siempre dije lo que a la gente que me escuchaba le parecía un disparate: el David respira. "Se justifica el nombre de tu hermano, hija?". "Ya lo creo, má!"
Por hermosas que sean las fotos que se le puedan sacar a una escultura, no hay como verla en tercera dimensión, frente a frente. Para la pintura existen maravillosas reproducciones, fieles y perfectas. Para la escultura sólo el ojo humano puede apreciarlas en su verdadera magnitud.
Esa noche, luego del Museo Uffizzi, sobre un Ponte Vecchio de colores cambiantes por el juego de luces, terminada la ronda florentina, la ciudad nos despidió con una suave lluvia hasta nuestra partida, a la mañana siguiente.
4 comentarios:
Lindo paseo, lindo lugar, linda descripción sensorial y emotiva...
Por que tenemos que viajar para sentinos como en casa.. Es raro..no?
Lis, me emociona tu relato, me hiciste volver a Florencia, es que cada vez que la visito, me siento tan a gusto y no dejo de descubrir infinidad de imàgenes nuevas e impactantes,tal vez sea que sale a relucir mi raiz materna de pura cepa florentina
Es verdad! Cuanto más viajás y más disfrutás de ser ciudadano del mundo, más se te amplían los horizontes. Y, paradójicamente, más amás tu casa y te sentís a gusto en ella...
Gracias por tus palabras.
Saludos desde Mar del Plata, Argentina!
Aaaah, por eso nos llevamos bien vos y yo, Lily! Yo creo que viví en Florencia en alguna vida anterior, ja ja! He dio cuatro veces a verla y me la conozco de memoria, callecita por callecita... La amo!
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